presentación

Trama Lana, una experiencia colectiva en transformación

Ana Harcha Cortés

Es posible que los enredos se estén produciendo constantemente, pero es en el momento en que somos conscientes de ellos, cuando nuestro estado de atención cambia, para instalarnos en la posición de una toma de decisión.

Mitote, le decían los antiguos toltecas, a los enredos de voces en nuestro interior. No parecen ser sólo responsabilidad contemporánea de las redes sociales. Los enredos y desenredos parecen ser una parte más de nuestra existencia humana.

Los mitotes son una especie de humo interior, que se forma cuando perdemos la capacidad de estar implicados con el presente vital, para dejarnos llevar por una idea de lo vital, que no nos pertenece, sino está determinado por un sinfín de voces que hablan desde sus propias certidumbres, haciéndonos olvidar el presente y la muerte. Memoria de lo mortal, que no se activa para aterrorizarnos respecto del porvenir, sino que tiene la misión de recordarnos la finitud terrena de nuestras vidas y la vulnerabilidad de nuestros cuerpos para que, conscientes de ello, nos comprometamos con la potencia vital del presente. Ángel de la Muerte le llaman a esta conciencia, por su capacidad de insuflarnos vida.

Hoy, podemos presentar nuestro trabajo aquí, porque hay otros y otras, junto a nosotrxs, entramando los hilos de un tejido, tejiendo las lanas de una experiencia, con quienes vamos tejiendo y destejiendo, enredando y volviendo a desenredar una posibilidad de encuentro.

Podemos hablar con ustedes aquí porque nos habitan otros cuerpos. Entre estos cuerpos nos hemos comido mutuamente, caníbal y antropofágicamente. Nos hemos abrazado. Hemos discutido. Hemos bailado. Hemos pasado tiempo, juntos, y durante ese tiempo juntos hemos hecho cosas juntos: conversar/ comer/ dibujar/ tejer/ cocinar/ leer/ viajar/ repetir acciones/ mejorar técnicas/ repetir acciones/ mejorar preguntas/ ensayar/ escuchar/ repetir acciones/ improvisar/ repetir acciones/ escuchar/ repetir acciones/ fijarnos marcos/ repetir acciones/ transformar acciones.

Si tomáramos cada una de esas experiencias como un color distinto de hilo, o lana, podríamos tejer un manto de múltiples colores, diverso e irregular, plagado de preguntas en movimiento y también de azar.

Es posible que los enredos se estén produciendo constantemente, pero es en el momento en que somos conscientes de ellos, cuando nuestro estado de atención cambia, para instalarnos en la posición de una toma de decisión.

Mitote, le decían los antiguos toltecas, a los enredos de voces en nuestro interior. No parecen ser sólo responsabilidad contemporánea de las redes sociales. Los enredos y desenredos parecen ser una parte más de nuestra existencia humana.

Los mitotes son una especie de humo interior, que se forma cuando perdemos la capacidad de estar implicados con el presente vital, para dejarnos llevar por una idea de lo vital, que no nos pertenece, sino está determinado por un sinfín de voces que hablan desde sus propias certidumbres, haciéndonos olvidar el presente y la muerte. Memoria de lo mortal, que no se activa para aterrorizarnos respecto del porvenir, sino que tiene la misión de recordarnos la finitud terrena de nuestras vidas y la vulnerabilidad de nuestros cuerpos para que, conscientes de ello, nos comprometamos con la potencia vital del presente. Ángel de la Muerte le llaman a esta conciencia, por su capacidad de insuflarnos vida.

Hoy, podemos presentar nuestro trabajo aquí, porque hay otros y otras, junto a nosotrxs, entramando los hilos de un tejido, tejiendo las lanas de una experiencia, con quienes vamos tejiendo y destejiendo, enredando y volviendo a desenredar una posibilidad de encuentro.

Podemos hablar con ustedes aquí porque nos habitan otros cuerpos. Entre estos cuerpos nos hemos comido mutuamente, caníbal y antropofágicamente. Nos hemos abrazado. Hemos discutido. Hemos bailado. Hemos pasado tiempo, juntos, y durante ese tiempo juntos hemos hecho cosas juntos: conversar/ comer/ dibujar/ tejer/ cocinar/ leer/ viajar/ repetir acciones/ mejorar técnicas/ repetir acciones/ mejorar preguntas/ ensayar/ escuchar/ repetir acciones/ improvisar/ repetir acciones/ escuchar/ repetir acciones/ fijarnos marcos/ repetir acciones/ transformar acciones.

Si tomáramos cada una de esas experiencias como un color distinto de hilo, o lana, podríamos tejer un manto de múltiples colores, diverso e irregular, plagado de preguntas en movimiento y también de azar.

El Núcleo Arte, Política y Comunidad se configuró el año 2014, para trabajar sobre un archivo de la dictadura militar chilena. Este archivo se constituía de las actas de trabajo de la Comisión Ortúzar, comisión de abogados, políticos y militares, que tuvieron la tarea entre el 24 de septiembre de 1973 y el 5 de octubre de 1978, de redactar el anteproyecto de la Constitución Política de 1980. Texto que posteriormente fue revisado y ajustado por la Junta Militar, y que finalmente se sometió a un proceso de aprobación mediante un plebiscito –sistemáticamente cuestionado en su legitimidad– realizado el 11 de septiembre de 1980. Constitución política que, como la mayoría de ustedes ya sabe, al día de hoy, año 2019, continua vigente y rige toda la estructura del Estado chileno, tanto a nivel político, como legislativo y económico.

Luego de tres años de trabajo con el núcleo, y de la realización de una serie de acciones: lectura e intento de comprensión de las actas (eran 11.000 páginas de archivo de las reuniones), investigación, encuentro con abogados constitucionalistas e historiadores, conversaciones abiertas, visitas a terreno, acciones performativas, ocupación del espacio público, realización de un montaje escénico performativo, realización de una web y un catálogo de la experiencia, nos dimos cuenta de que nuestro trabajo abordaba con mayor claridad una serie de cuestiones en torno a la relación Arte y Política, pero había abordado de un modo periférico otro concepto-posibilidad que nos autodefinía, al menos nominalmente, la cuestión de la comunidad. Entonces, a mediados de 2016, nos dispusimos a interrogarnos sobre ello, generando un proceso de reflexión e investigación colectiva, teniendo como horizonte no desapegarnos de una vocación de acción y trabajo en el espacio público. 

Centramos entonces, el trabajo, en la Plaza de Armas de la ciudad de Santiago, lugar que está a cuatro cuadras del lugar en donde nos reunimos habitualmente, el Departamento de Teatro de la Facultad de Artes, de la Universidad de Chile. Es la plaza de nuestro barrio cotidiano, ha sido la plaza de muchos otros, y en los últimos años, es punto neurálgico de encuentro de una considerable diversidad de seres humanos, embarcados en los procesos contemporáneos de migración. Se reúnen ahí chilenos, peruanos, dominicanos, colombianos, haitianos, venezolanos, además de turistas provenientes de China, Japón, Alemania, EEUU, etc. La reunión de esta diversidad de personas, ha generado una transformación del paisaje, a nivel perceptual, visual, sonoro, gestual, relacional.

Excavando en la historia y memoria de ese territorio, en un proceso de luz y sombra respecto de la narrativa asociada al lugar, tradicionalmente contada desde un momento fundacional y de origen, atribuido a la llegada de los conquistadores españoles alrededor del año 1541, y posteriormente fuertemente identificada con el relato de lo nacional, derivado de los acontecimientos procedentes de la constitución de la República (1818), el territorio fue develando – como en un proceso de exhumación de la memoria – una serie de otras narrativas de vida y habitación del mismo territorio. Éstas, pertenecían a otros habitantes, que habían poblado el mismo lugar antes de la Conquista, antes de lo chileno. Los incas, los mapuches, los diversos pueblos agrupados en lo que se nombra como promaucaes. Estas otras poblaciones humanas, articulaban otras narrativas, explicaban el territorio, el tiempo y el espacio de otros modos.

Capas subterráneas de memoria estaban apiladas debajo del cemento, y daban base al lugar, que hoy, 2016 a 2018, sobre el cemento, volvía a evidenciar una diversidad de relatos de vida y sentido del estar, ahí, aquí.

Esa emergencia de la otredad, fue dando forma a una experiencia compartida, y fue sólo en esa emergencia de la diferencia, en donde pudimos comprender qué podíamos hacer, esta vez. Decidimos trabajar con un material, que nos ayudara a establecer una relación concreta, física a partir del material. Una relación en red. Física. Una red de forma física. Que hiciera evidente, cruces, tensiones, uniones, enredos, entre los cuerpos. Este material fue la lana, y la acción fue tramar. 

Así, la calle fue nuestro escenario y ha sido nuestra sala de ensayo, para

Tejer,

Lanas,

Bordar,

Hilos,

Tramar en una urdiembre,

-metafórica–

Sobre el presente y la memoria de un lugar.

De un territorio, constituido de un espacio, de un suelo, de un cielo, de árboles y plantas, de edificios, visibles e invisibles, de objetos, de ríos presentes, de ríos ausentes, de personas, de fantasmas.

Al tiempo que el perseverar en una pregunta – que hemos podido transportar y transformar en diversos territorios- sobre un posible estar juntos

en el relato/

en la narrativa/

en la escena/

en la calle/

que vivimos/

desde nuestros cuerpos

impuros/

decididamente antropófagos/.

y callejeros.

Cómodos en instituciones efímeras e inestables/

como una vereda/

como la explanada de una plaza.

Además, el aburrimiento de hacer cosas: en contra de/

Además, el cansancio de hacer cosas: en contra de/

Derivados de nuestra duda respecto de su efectividad política/

y la profunda necesidad de intentar/

aunque fracasemos/

lógicas de encuentro, relación y trabajo: a favor de lo que queremos vivir/

micropolíticas (dirían Guattari y Rolnik)/

que se basen en algo que aprendamos a hacer/

y que tenga la potencia de ser activada por cualquier cuerpo vivo/

¿sería esto una forma de democracia?

¿sería esto una forma de activar un presente? (Berger)

Una acción que se hace milenariamente/ que la pueden hacer muchos/ que la pueden percibir muchos/ (Paola Lopes Zamariola)

Una acción que proviene de gestos humanos antiguos/

Hilar/Tejer

Jugar con ovillos/

Jugar con palillos/

Jugar con telares/

Jugar con objetos (como en el circo)/

Que estén presentes, que estén junto a/en nuestra vida, 

Que habiten el tiempo de nuestra vida/

Que permitan aprender la vida entera, entendiendo la relación con la materia como una forma de entender la memoria y lo vivo/

Una materia que todavía es de dominio público, la lana, corporalmente humana, una materia que pueden activar muchas personas, sin necesidad de institución, sino de intuición, sino de técnica, posible de poner en diálogo con el presente/

Una materia que tiene algo de callejero y escurridizo, que se le intenta atrapar y flota y reflota por distintos contextos, de diversos modos, porque pertenece a los cuerpos, desde muy antiguo/

Esto último, esta relación profundamente concreta con lo material, tiene que ver también, como recupera Silvia Rivera Cusicanqui de la Primera Internacional, con el: “unir el trabajo intelectual con el trabajo manual, porque la emancipación de las personas no puede venir más que del propio trabajo”.

Intuimos que aquí puede haber una operación fundamental. Salir del lugar de ser un consumidor y transformarse efectivamente en un productor, participante. Intuimos que haciéndolo en lo pequeño, puede habitar una posibilidad de resistencia y de inversión de sentido (carnaval).

Porque si no, no se aguanta vivir. Y nosotros sí creemos que se tiene una responsabilidad vital con nuestra acción (esto es un pensamiento situado).

Acción siempre ligada a preguntas que no terminan de responderse, aunque se intente, acción no exenta de contradicciones.

¿Cómo convertir la información en experiencia? (Angélica Liddell)

¿Cómo extrañar la realidad, para que lo que se presente no perezca en lo informativo, en lo cotidiano anestesiado y se vuelva real?

¿Cómo implicarse con lo real de forma tal que lo presentado tenga que ver con lo vital, con la vida, con algo verdadero, no con una mentira, al tiempo de no sentir temor respecto del poder de la imaginación, de la ficción, de la posibilidad poética de la acción?

¿Qué sería hoy generar vida en un contexto de mundo en donde miles marchan porque no tienen miedo al terrorismo en Barcelona, frente a la muerte de 15 personas, paralelo a mostrarse indiferentes ante las 3000 muertes de inmigrantes africanos en las costas del mediterráneo sólo durante 2017?

¿Por qué hay muertos que valen y otros que no?

Nuestro poder de indiferencia puede llegar a ser supremo.

Quizás esa sea una de nuestras más duras batallas.

Quizás no podemos transformar el mundo. El de los otros, ajenos a un nosotros. Pero, quizás, podemos transformar nuestro mundo, todo aquello, de lo cual, sin la ausencia de contradicciones, nos sentimos parte. Todo aquello que podemos hacer que tiene que ver con nuestra acción, con nuestras acciones, con nuestros cuerpos, con nuestro encuentro.

˜˜˜˜˜˜˜˜˜˜˜˜

Este texto está habitado por otros fantasmas: Richard Sennet (El artesano); Miguel Ruiz (Los cuatro acuerdos); Hanna Arendt (La condición Humana); Violeta Parra (todo su autodidactismo vital).

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