otras tramas

Festival Ser Público

Casa Encendida, Madrid-España, noviembre 2016

El festival partió de la base de la reunión de personas que se han juntado porque cada una, individualmente, ha decidido hacer lo mismo: comprar una entrada e ir a ver la pieza que esta noche está programada en La Casa Encendida, a lo que sumó la pregunta: ¿Es eso lo único que se tiene en común?

En este festival no interesaban tanto las reflexiones sobre la figura del espectador, más o menos limitadas al conjunto de reglas explícitas e implícitas que establece el ámbito de lo teatral, sino sobre todo pensar las maneras en las que las prácticas escénicas se han configurado como laboratorios de experimentación social y de fabricación de imágenes de lo colectivo. Se trató, sobre todo, de pensar el público en relación a lo público y a lo común. ¿Son las artes escénicas un espacio privilegiado para experimentar con dinámicas de articulación del nosotros?

Ser público se propuso como un contexto de reflexión no tanto sobre la figura del espectador, sino sobre la potencia del público como colectivo. Las piezas presentadas no trabajaban con la idea del público desde una perspectiva autorreferencial y ensimismada, sino que se vinculaban a preocupaciones contemporáneas como la manifestación y articulación de un sujeto político, necesariamente colectivo. Se trató de explorar el paso de la coincidencia de una serie de personas en un lugar a una hora determinada a la posibilidad de articular un “nosotros”. Las formas de abordar esta cuestión fueron muy diversas y abarcaron desde la fabricación de imágenes de públicos movilizados por pasiones, pasando por dinámicas de negociación colectiva, hasta la toma de decisión de pasar de ser ciudadano anónimo para tomar voz y dejarla resonar junto con la de otros tantos.

Estas piezas no ofrecieron una perspectiva homogénea respecto a la cuestión, sino que propusieron diferentes posiciones en la tensión entre el público y lo público: entre el público como conjunto de individuos desconocidos o como comunidad que se reconoce a sí misma. Entre lo público, sentido como un espacio impropio, desconocido, lugar de conflictos, o como la esfera creada a partir de nuestras acciones. Entre una comunidad movida por afectos en circulación y vibraciones compartidas, y un público que toma decisiones en relación a la racionalidad de un discurso (o su ficción).

La programación estuvo a cargo de Victoria Pérez Royo, de ARTEA, asociación que reúne a investigadores y artistas con el objetivo de favorecer la investigación en arte y crear contextos adecuados para su generación y comunicación.

Se realizó en colaboración con el Máster en Práctica Escénica y Cultura Visual y el proyecto de investigación Teatralidades Expandidas (ver enlace).

En el marco de este festival Ana Harcha presentó: Conferencia performativa sobre 1000 y 1 días de (des) tejido colectivo, junto a la colaboración de Constanza Blanco Jessen. Tomás Espinosa y Ana Salomé, artistas que por esos días habitaban Madrid, también se tejieron a la trama develada en este encuentro, urdiembre, colaborando con la generación del vino navegado que se preparó y con el tejido de la acción. Fundamental para la realización de la acción, resultó la propuesta realizada por Ana Salomé, que invitó a tejernos con el material lanar, literalmente, entre los cuerpos. Desde ese momento esta operación se constituyó como fundamental en todas las otras realizaciones de la acción.

En la conferencia se realizó un intercambio/presentación del libro-catálogo Comisión Ortúzar: Acciones en torno al legado de una/la refundación, texto-objeto que registra y reflexiona el trabajo realizado en la ciudad de Santiago de Chile por el núcleo Arte, Política y Comunidad, a partir de la revisión del archivo de las actas de reunión de la Comisión Ortúzar, y se especuló respecto de la posibilidad de traficar influencias, sobre las preguntas y acciones en torno a las experiencias de los cuerpos y las leyes que organizan el Estado, tanto en su capacidad de inscribirse en ellos, como de ser ignoradas o trasgredidas por la experiencia, desde su capacidad de constituir tramas de relaciones no desde lo legal, sino desde el deseo, la necesidad, o la voluntad. Especulación que devino en una nueva trama de la performance lanar.

Pachamámica

Texto de Tomás Espinosa

Me animé a escribir cortito sobre lo que fue la Performance de Ana Harcha “Trama Lana” por acá en Madrid, primero porque empatizo con aquellos artistas que sienten pudor de auto proclamar sus experiencias destacables, y creo que eso ha sido lo que pasó con Ana Harcha por acá (una experiencia destacable) y por otro lado porque fui el único chileno de nuestra comunidad teatral que estaba ahí de espectador…

Ana me pidió una ayuda muy sencilla en la producción de su conferencia performativa Trama Lana, de a poco me fui dando cuenta de qué se trataba realmente. Primero me explicó una reflexión sobre el tejido en paralelo con la constitución chilena, pero nunca apuntó a lo que realmente iba a suceder… Finalmente, llegado el día del encuentro con los asistentes, Ana sacó una túnica alada de lana, un sahumerio, una gran olla con vino navegado y tasas para compartir con todos. Como marco de todo esto formó un espacio con mantas, palillos, ovillos y cojines. El espacio creado era muy lindo, pero ciertamente Pachamámico, la verdad todo era Pachamámico e incluso cada cierto rato Ana usaba esa palabra «esto es medio Pachamámico«, la verdad es que lo era completamente.

Hasta ahí yo en silencio empecé a visualizar mi relación con el término Pachamámico  que para mi aplicado al campo estético-escénico significaba algo “chanta” vinculado a lo “originario” o ligado a un “misticismo”.

El asunto es que la intervención de Ana cumplía con casi todos estos términos, instaló mística y una cita particular a lo “originario”, sin embargo absolutamente alejado de algo “chanta”, lo que me hizo visualizar mi propia propaganda colonizadora al utilizar el término Pachamámico para mencionar algo incorrecto estética o artísticamente. 

Volviendo a lo ocurrido ese día, presencié un ritual instalado por Ana que carecía de un soporte antropológico evidente, ya que ella se arrojaba con intuición y valentía a instalar una danza ritual desde su perspectiva, un rito personal. El acto consistió en una danza que daba vida al gran traje de Lana que envolvía a Ana, luego de ella -del centro del traje- salía una hebra, que la tomaba un espectador, lo iniciaba un juego entre todos los asistentes de enredarnos y crear una red, juego que fue tomado con un ánimo insólito por todos y terminó convirtiéndose en un ritual colectivo, Ana sigilosamente salió de debajo del traje dejándolo al centro, como un capullo y se sumó al juego-ritual de todos.

Una vez ya todos participando en medio de un silencio que daba espacio a la percepción de los colores de los hilos de lana que nos enredaban, los cuerpos que dialogaban, las infinitas líneas que nos unían. Lo que ahí estaba sucediendo era un ritual colectivo, renació una experiencia mística comunitaria, muy simple, sin religión , sin fe más que en el grupo y en capacidad de conformar una entretención colectiva, cariñosa y profunda a través de un objeto estético alucinante (una telaraña de colores que nos envolvía).

La experiencia sin duda fue Pachamámica, palabra que deseo emplear de ahora en adelante como un adjetivo positivo dentro de todas las experiencias que colindan con lo ritual, ancestral, místico, originario. Ahora, sin ánimos de sacralizar dichas prácticas -ya que lo de sacralizar bajo mi punto de vista es el ejercicio contrario al arte- tan solo buscando otras palabras para señalar lo que me distancia de lo que antes llamaba Pachamámico y hoy significa todo lo contrario. podré decir convencional, externo, cliché y un largo etc. 

Dentro de la performance, también participaron: Constanza Blanco Jessen, Ana Salomé y –a la distancia– el Núcleo Arte, Política y Comunidad.

Casa Encendida, Madrid-España, noviembre 2016

El festival partió de la base de la reunión de personas que se han juntado porque cada una, individualmente, ha decidido hacer lo mismo: comprar una entrada e ir a ver la pieza que esta noche está programada en La Casa Encendida, a lo que sumó la pregunta: ¿Es eso lo único que se tiene en común?

En este festival no interesaban tanto las reflexiones sobre la figura del espectador, más o menos limitadas al conjunto de reglas explícitas e implícitas que establece el ámbito de lo teatral, sino sobre todo pensar las maneras en las que las prácticas escénicas se han configurado como laboratorios de experimentación social y de fabricación de imágenes de lo colectivo. Se trató, sobre todo, de pensar el público en relación a lo público y a lo común. ¿Son las artes escénicas un espacio privilegiado para experimentar con dinámicas de articulación del nosotros?

Ser público se propuso como un contexto de reflexión no tanto sobre la figura del espectador, sino sobre la potencia del público como colectivo. Las piezas presentadas no trabajaban con la idea del público desde una perspectiva autorreferencial y ensimismada, sino que se vinculaban a preocupaciones contemporáneas como la manifestación y articulación de un sujeto político, necesariamente colectivo. Se trató de explorar el paso de la coincidencia de una serie de personas en un lugar a una hora determinada a la posibilidad de articular un “nosotros”. Las formas de abordar esta cuestión fueron muy diversas y abarcaron desde la fabricación de imágenes de públicos movilizados por pasiones, pasando por dinámicas de negociación colectiva, hasta la toma de decisión de pasar de ser ciudadano anónimo para tomar voz y dejarla resonar junto con la de otros tantos.

Estas piezas no ofrecieron una perspectiva homogénea respecto a la cuestión, sino que propusieron diferentes posiciones en la tensión entre el público y lo público: entre el público como conjunto de individuos desconocidos o como comunidad que se reconoce a sí misma. Entre lo público, sentido como un espacio impropio, desconocido, lugar de conflictos, o como la esfera creada a partir de nuestras acciones. Entre una comunidad movida por afectos en circulación y vibraciones compartidas, y un público que toma decisiones en relación a la racionalidad de un discurso (o su ficción).

La programación estuvo a cargo de Victoria Pérez Royo, de ARTEA, asociación que reúne a investigadores y artistas con el objetivo de favorecer la investigación en arte y crear contextos adecuados para su generación y comunicación.

Se realizó en colaboración con el Máster en Práctica Escénica y Cultura Visual y el proyecto de investigación Teatralidades Expandidas (ver enlace).

En el marco de este festival Ana Harcha presentó: Conferencia performativa sobre 1000 y 1 días de (des) tejido colectivo, junto a la colaboración de Constanza Blanco Jessen. Tomás Espinosa y Ana Salomé, artistas que por esos días habitaban Madrid, también se tejieron a la trama develada en este encuentro, urdiembre, colaborando con la generación del vino navegado que se preparó y con el tejido de la acción. Fundamental para la realización de la acción, resultó la propuesta realizada por Ana Salomé, que invitó a tejernos con el material lanar, literalmente, entre los cuerpos. Desde ese momento esta operación se constituyó como fundamental en todas las otras realizaciones de la acción.

En la conferencia se realizó un intercambio/presentación del libro-catálogo Comisión Ortúzar: Acciones en torno al legado de una/la refundación, texto-objeto que registra y reflexiona el trabajo realizado en la ciudad de Santiago de Chile por el núcleo Arte, Política y Comunidad, a partir de la revisión del archivo de las actas de reunión de la Comisión Ortúzar, y se especuló respecto de la posibilidad de traficar influencias, sobre las preguntas y acciones en torno a las experiencias de los cuerpos y las leyes que organizan el Estado, tanto en su capacidad de inscribirse en ellos, como de ser ignoradas o trasgredidas por la experiencia, desde su capacidad de constituir tramas de relaciones no desde lo legal, sino desde el deseo, la necesidad, o la voluntad. Especulación que devino en una nueva trama de la performance lanar.

Pachamámica

Texto de Tomás Espinosa

Me animé a escribir cortito sobre lo que fue la Performance de Ana Harcha “Trama Lana” por acá en Madrid, primero porque empatizo con aquellos artistas que sienten pudor de auto proclamar sus experiencias destacables, y creo que eso ha sido lo que pasó con Ana Harcha por acá (una experiencia destacable) y por otro lado porque fui el único chileno de nuestra comunidad teatral que estaba ahí de espectador…

Ana me pidió una ayuda muy sencilla en la producción de su conferencia performativa Trama Lana, de a poco me fui dando cuenta de qué se trataba realmente. Primero me explicó una reflexión sobre el tejido en paralelo con la constitución chilena, pero nunca apuntó a lo que realmente iba a suceder… Finalmente, llegado el día del encuentro con los asistentes, Ana sacó una túnica alada de lana, un sahumerio, una gran olla con vino navegado y tasas para compartir con todos. Como marco de todo esto formó un espacio con mantas, palillos, ovillos y cojines. El espacio creado era muy lindo, pero ciertamente Pachamámico, la verdad todo era Pachamámico e incluso cada cierto rato Ana usaba esa palabra «esto es medio Pachamámico«, la verdad es que lo era completamente.

Hasta ahí yo en silencio empecé a visualizar mi relación con el término Pachamámico  que para mi aplicado al campo estético-escénico significaba algo “chanta” vinculado a lo “originario” o ligado a un “misticismo”.

El asunto es que la intervención de Ana cumplía con casi todos estos términos, instaló mística y una cita particular a lo “originario”, sin embargo absolutamente alejado de algo “chanta”, lo que me hizo visualizar mi propia propaganda colonizadora al utilizar el término Pachamámico para mencionar algo incorrecto estética o artísticamente. 

Volviendo a lo ocurrido ese día, presencié un ritual instalado por Ana que carecía de un soporte antropológico evidente, ya que ella se arrojaba con intuición y valentía a instalar una danza ritual desde su perspectiva, un rito personal. El acto consistió en una danza que daba vida al gran traje de Lana que envolvía a Ana, luego de ella -del centro del traje- salía una hebra, que la tomaba un espectador, lo iniciaba un juego entre todos los asistentes de enredarnos y crear una red, juego que fue tomado con un ánimo insólito por todos y terminó convirtiéndose en un ritual colectivo, Ana sigilosamente salió de debajo del traje dejándolo al centro, como un capullo y se sumó al juego-ritual de todos.

Una vez ya todos participando en medio de un silencio que daba espacio a la percepción de los colores de los hilos de lana que nos enredaban, los cuerpos que dialogaban, las infinitas líneas que nos unían. Lo que ahí estaba sucediendo era un ritual colectivo, renació una experiencia mística comunitaria, muy simple, sin religión , sin fe más que en el grupo y en capacidad de conformar una entretención colectiva, cariñosa y profunda a través de un objeto estético alucinante (una telaraña de colores que nos envolvía).

La experiencia sin duda fue Pachamámica, palabra que deseo emplear de ahora en adelante como un adjetivo positivo dentro de todas las experiencias que colindan con lo ritual, ancestral, místico, originario. Ahora, sin ánimos de sacralizar dichas prácticas -ya que lo de sacralizar bajo mi punto de vista es el ejercicio contrario al arte- tan solo buscando otras palabras para señalar lo que me distancia de lo que antes llamaba Pachamámico y hoy significa todo lo contrario. podré decir convencional, externo, cliché y un largo etc. 

Dentro de la performance, también participaron: Constanza Blanco Jessen, Ana Salomé y –a la distancia– el Núcleo Arte, Política y Comunidad.

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