procesos
Arte-política-comunidad o un intento de hacer humano
Jorge Ganem
Ya al momento de nacer, un gran cordón de fibras, nos ata a nuestra procreadora. Somos todo ímpetu en un cuerpo desbordado, blando, esponjoso, todo húmedo y tembloroso. Un sinfín de hebras trenzadas en la oscuridad y bajo el agua. Todo un milagro.
Luego, somos destejidos… entre el ser y el llegar a ser humano.
Tejedoras y tejedores, de redes, de cariños, de trabajo, de ideales, de frustraciones, de amistades, de confianzas y miedos, de fantasías e ilusiones, de aciertos y equivocaciones.
Una agrupación (núcleo) intentando, empujando, vacilando, la consecución de una «meta”, un hacia delante, yendo hacia atrás.
Como al tejer y también al destejer, transforman, transmutan lo comenzado, sin hacer un hincapié en la cosa hecha o deshecha, sino en cómo se transita entre estas dos esferas. Será que eso, que llamamos presente, sea ese ir y venir, desde lo pasado a lo futuro y viceversa.
Sentado me encuentro, tranquilo, alrededor de las 7 y media de la tarde, Santiago se desplaza, en su mayoría, hacia el hogar. De frente a mi está el cerro San Cristóbal, y sus cerros aledaños… me separan un resto de pasto, rejas, el Mapocho con su transcurrir, luego más pasto, arboles, trafico rodante río estridente, casa, habitaciones y unas cuantas calles.
Detrás mío, pasos, sonido incesante de gomas y cemento, el viento en los fierros de sus carrocerías, voces y bocinas, pájaros… pájaros por ahí y por allá… sus cantos son recuerdos… recuerdos de vivencias pajarísticas, bandas de bandadas, de su libertad aérea, sus jugarretas colectivas y solitarias, de un espacio amplio y silencioso, donde el río contaba sus propios recuerdos a estas bandadas de aéreos, que con sus chillidos y cantos, llenaban el espacio de conversas e historias, que hoy en día apenas logramos percibir.
Ya al momento de nacer, un gran cordón de fibras, nos ata a nuestra procreadora. Somos todo ímpetu en un cuerpo desbordado, blando, esponjoso, todo húmedo y tembloroso. Un sinfín de hebras trenzadas en la oscuridad y bajo el agua. Todo un milagro.
Luego, somos destejidos… entre el ser y el llegar a ser humano.
Tejedoras y tejedores, de redes, de cariños, de trabajo, de ideales, de frustraciones, de amistades, de confianzas y miedos, de fantasías e ilusiones, de aciertos y equivocaciones.
Una agrupación (núcleo) intentando, empujando, vacilando, la consecución de una «meta”, un hacia delante, yendo hacia atrás.
Como al tejer y también al destejer, transforman, transmutan lo comenzado, sin hacer un hincapié en la cosa hecha o deshecha, sino en cómo se transita entre estas dos esferas. Será que eso, que llamamos presente, sea ese ir y venir, desde lo pasado a lo futuro y viceversa.
Sentado me encuentro, tranquilo, alrededor de las 7 y media de la tarde, Santiago se desplaza, en su mayoría, hacia el hogar. De frente a mi está el cerro San Cristóbal, y sus cerros aledaños… me separan un resto de pasto, rejas, el Mapocho con su transcurrir, luego más pasto, arboles, trafico rodante río estridente, casa, habitaciones y unas cuantas calles.
Detrás mío, pasos, sonido incesante de gomas y cemento, el viento en los fierros de sus carrocerías, voces y bocinas, pájaros… pájaros por ahí y por allá… sus cantos son recuerdos… recuerdos de vivencias pajarísticas, bandas de bandadas, de su libertad aérea, sus jugarretas colectivas y solitarias, de un espacio amplio y silencioso, donde el río contaba sus propios recuerdos a estas bandadas de aéreos, que con sus chillidos y cantos, llenaban el espacio de conversas e historias, que hoy en día apenas logramos percibir.


